Las entrañas de Van Notte
miércoles, 12 de diciembre de 2012
La canción maldita.
Suenan los primeros acordes
de una canción maldita.
Mi coraza se quiebra.
Todas las piezas que hay a mi alrededor
parecen encajar,
pero ninguna da sentido
a mi extraña forma,
ninguna complementa mi figura.
Me refugio en la nostalgia,
en el recuerdo
de haber sentido un
quién,
de haber sido algo
más,
de haber tenido
un plan.
El recuerdo de algo que imagino,
de algo que presumo mío,
que fue de ambos.
Ojalá hubiera un árbol que me cobijara
de la mirada fría de aquellos
que, tras sentirme suya, se fueron.
Ojalá hubiera una sombra para mí,
en la que poder ser gris,
en la que poder tiritar sin sentir frío.
Ojalá...
Aún suena la canción maldita,
y yo me pierdo
en la desesperación de una voz rota.
Rota, como yo.
Partida,
deshilachada
como una muñeca abandonada
bajo el polvo de una casa vieja.
Como un gato muerto
en la cuneta:
sangrando,
perdido,
roto
y solo.
Sin ninguna pieza que encaje
con lo extraño de su composición.
¿Y qué importa?
¿Qué importa si dejé de tenerme?
¿Qué importa si entre mis dedos
resbaló mi cordura?
No la quiero.
En la locura de mis gritos,
de mis golpes,
de mis rayas,
encuentro la vida que me falta.
Encuentro las llamas que calientan
mi ya helado corazón.
Es lo único
que mantiene con vida
los gritos
de esta desesperada canción
que acabará
cuando el ultimo acorde maldito
firme mi certificado
de defunción.
domingo, 2 de diciembre de 2012
Esta noche soñaré contigo
Esta noche soñaré contigo.
Tras conocer tu voz, tu aliento, tu aroma...
Tras ser mecida por el suave vaivén de tus caricias,
Tras desterrar cada deseo escondido,
cada deseo lapidado por mi propia moral.
Después de entender que el tintineo de tu risa
es el único que despierta mis sentidos.
Después de rozar tu pelo tímidamente,
de sentir tus labios rozando mi piel.
Soñaré contigo.
Obligaré a mi recuerdo a revivirte
mientras mis manos bajen por mi vientre
arañando esta piel que anhelo bajo la tuya.
Y no, no podré evitar que mis manos bajen de nuevo,
bajen de más,
bajen allí donde quiero tatuar tus labios
y que sean míos
solamente.
Y abriré los ojos y, despierta,
aún te estaré soñando.
Y en la infame locura que rondará mi cabeza,
gemiré.
Gemiré aún sin tenerte.
Acunada por la fantasia,
perdida en la quimera,
sedienta de tus versos.
miércoles, 10 de octubre de 2012
Carta a la musa de aquél pincel
Siempre te envidié
por entender su locura,
por inspirar sus cuadros,
por alegrar sus días,
por dibujar sonrisas
en sus labios.
Por soportar noches surrealistas,
por entender su locura,
por inspirar sus cuadros,
por alegrar sus días,
por dibujar sonrisas
en sus labios.
Por soportar noches surrealistas,
(tanto como sus pinturas)
por ayudarle
a decorar su hogar,
por abandonarlo todo para quedarte a su lado.
Por
llevar
tras el tuyo,
su apellido,
por plantar flores en su jardín,
por acariciar su rostro,
por secar aquellas lágrimas que,
tal vez,
algun día,
humedecieron sus mejillas.
Por
saber lo que se escondía tras su máscara.
Por
ser la gran mujer que se escondía detrás de ese gran hombre,
pero
sin esconderse.
Por ser más que una musa cualquiera,
más que una
inspiración callejera,
más que un cuerpo desnudo
a merced de un
pincel.
Por
tu nombre y tu vestido de Gala,
por el llanto que cobijaba tu
garganta,
por la lucha y el peso
que se apoyaba en tu espalda.
Por
todos a los que engañaste,
por aquél francés al que abandonaste,
por todos los que se abrigaron con tu abrazo,
por todos los que
cenaron a tu lado.
Por
la alcoba en un lugar de paso,
siempre llena,
siempre con cola en la
puerta,
por abrir tu corazón
igual que hacías con tus piernas.
Por
sufrir sus cambios,
por adorar sus manos,
por abrazar su cuerpo,
por
saber sin escuchar,
por bailar,
por sonreír...
Por vivir cerca del mar,
con él,
por morir llevándote su pasión.
-Desde
que conocí tu historia la quise vivir, pero ya no quedan artistas
como él, ni tampoco mujeres como tú-
Efímera felicidad, amargo recuerdo
Cientos de lágrimas
relucían
en los ojos
de aquella niña.
Su barco se hundía,
su vida moría,
su amor se iba.
Sus ojos no brillaran desde hacía ya días;
nadie quiso notarlo.
Nadie quiso asomarse a su vacía esencia,
nadie quiso caer,
nadie tuvo el valor
de adentrarse
en aquella oscura mirada...
Nadie notó que esta se apagaba.
Sólo él fue capaz de besar aquella frente que sudaba angustiosamente.
Solo él había hecho que su piel se erizara con el cálido cosquilleo de cada dulce caricia.
Pero él ya no estaba.
Ahora solo quedaba
el triste recuerdo
de una efímera felicidad.
La triste brisa restante
tras el fuerte viento que
los había mecido a ambos.
La resaca del ultimo adiós,
el recuerdo de la despedida.
La ultima caricia,
el ultimo beso,
el ultimo abrazo,
la ultima sonrisa...
el primer llanto
que quedó callado
por los gritos exasperados
de una ciudad
egoísta.
La ira creciente que en su alma se alojó, la ahogó.
El llanto eterno que en sus ojos creció, la apagó.
Tus manos
Aquella noche
tus manos acariciaron mi cuerpo
descubriendo cada recoveco
escondido en él.
Aquella noche
tus labios besaron
cada rincón
de mi placer.
Aquella noche
se quedó clavada
en cada recodo
de mi memoria,
aquella noche
se quedó
para siempre
impregnada en mi piel.
Aquella noche llegó
tras un crepúsculo
de diciembre.
Aquella noche
invité
a cada parte de mi pensamiento
a luchar por un mañana a tu lado.
Aquella noche
arrancó cada resquicio
de esperanza,
destrozó mi corazón.
Aquella noche,
sin lograrlo,
decidí dejarte de amar...
después de tanto tiempo.
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