miércoles, 10 de octubre de 2012

Carta a la musa de aquél pincel




Siempre te envidié
por entender su locura, 
por inspirar sus cuadros, 
por alegrar sus días, 
por dibujar sonrisas
en sus labios. 

Por soportar noches surrealistas, 
(tanto como sus pinturas)
por ayudarle a decorar su hogar, 
por abandonarlo todo para quedarte a su lado.

Por llevar
tras el tuyo, 
su apellido, 
por plantar flores en su jardín, 
por acariciar su rostro, 
por secar aquellas lágrimas que, 
tal vez, algun día, 
humedecieron sus mejillas.

Por saber lo que se escondía tras su máscara.

Por ser la gran mujer que se escondía detrás de ese gran hombre, 
pero sin esconderse. 
Por ser más que una musa cualquiera, 
más que una inspiración callejera, 
más que un cuerpo desnudo 
a merced de un pincel.

Por tu nombre y tu vestido de Gala,
por el llanto que cobijaba tu garganta, 
por la lucha y el peso 
que se apoyaba en tu espalda.

Por todos a los que engañaste, 
por aquél francés al que abandonaste, 
 por todos los que se abrigaron con tu abrazo, 
por todos los que cenaron a tu lado.

Por la alcoba en un lugar de paso, 
siempre llena, 
siempre con cola en la puerta, 
por abrir tu corazón 
igual que hacías con tus piernas.

Por sufrir sus cambios, 
por adorar sus manos, 
por abrazar su cuerpo, 
por saber sin escuchar, 
por bailar, 
por sonreír...

Por vivir cerca del mar, 
con él, 
por morir llevándote su pasión.

-Desde que conocí tu historia la quise vivir, pero ya no quedan artistas como él, ni tampoco mujeres como tú-

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